Tulipán
floral ligera, verde, fresca y acuática
El tulipán es una planta bulbosa originaria de Eurasia Central, muy asociada hoy a los Países Bajos debido a su cultivo masivo y su historia económica (la famosa «tulipomanía» del siglo XVII). Pertenece a la familia de las liliáceas, y su flor es icónica por sus formas limpias y sus colores brillantes: desde rojos intensos hasta blancos puros o morados profundos.
A diferencia de muchas otras flores, los tulipanes no son especialmente fragantes. De hecho, en la mayoría de las variedades cultivadas el aroma está ausente o es muy tenue. Algunas especies más antiguas o botánicas pueden tener una fragancia ligera, descrita como verde, fresca o ligeramente dulce, pero esto es la excepción y no la norma.
El tulipán no se utiliza en perfumería tradicional, ni mediante extracción por solventes, ni mediante destilación, por la principal razón de que su fragancia es muy débil, en comparación con otras flores, y no hay suficiente aceite esencial aprovechable de la flor para un uso comercial.
Es una «flor silente”, al igual que la amapola, el lirio de los valles y otras flores que no producen aceite esencial en cantidades prácticas o perceptibles.
Al no haber un «aceite esencial» de tulipán, los perfumistas trabajan en la interpretación artística del olor combinando distintas moléculas entre sí. Para crear una «nota tulipán», suelen mezclar:
- Notas verdes frescas: como el galbanum, hojas de violeta o moléculas de tipo cis-3-hexenol.
- Notas florales ligeras: moléculas sintéticas como el lilial (que evoca flores blancas), el linalol, o el hydroxycitronellal.
- Tonos acuáticos y empolvados: mediante bases como el calone o aldehídos acuáticos.
- A veces, también se incorporan toques afrutados delicados, para dar esa sensación viva y colorida que sugiere un tulipán.
En definitiva, es una fantasía olfativa, basada más en transmitir la imagen de la flor que en reproducir un aroma que realmente exista en la naturaleza de forma fuerte.