El pasado 3 de octubre, tuvimos el placer de asistir a la presentación del nuevo libro de Dominique Roques. Tras el éxito de “El buscador de esencias” que está ya en su 4ª edición, se publica en español su nueva obra “El aroma de los bosques” (editorial Siruela).
En el teatro del Instituto Français en Madrid, asistimos a una apasionante charla, en castellano, entre Eduardo Barba, jardinero, paisajista e investigador botánico en obras de arte y el autor Dominique Roques, rodeados de un público interesado en los bosques, la naturaleza, el perfume, representantes de la Editorial Siruela, del Instituto Français y la traductora del libro, Mercedes Corral.
En la Academia del Perfume tuvimos hace tiempo el privilegio de conocer a Dominique Roques y contar con su enriquecedora participación en el think tank sobre el valor de las esencias y en el webinar “el mapamundi de las esencias”, siendo nombrado “Académico del Perfume”, concretamente Académico de Mérito “Sillón Benjuí” en la ceremonia que tuvo lugar el pasado mes de abril en Alcalá de Henares. Cada oportunidad de escuchar a Dominique es un aprendizaje sublime de sus vivencias, más allá de los bosques y las esencias, de la experiencia humana con las diferentes comunidades por todo el mundo.
“Ha trasladado el alma de los bosques en su libro”, arranca la charla… Dominique relata cómo su padre viajó a Estados Unidos, se hizo leñador en California, donde descubrió los árboles de la costa oeste, esas secuoyas de más de 100 m. de altura cuando en Europa los árboles de 40 m. ya nos parecen gigantes, y se encontró con los sentimientos encontrados del ruido de la motosierra y el amor por los bosques, “la gente quiere muebles en sus casas”. Árbol vivo y árbol muerto… las emociones del bosque, se siente. Cada bosque huele de una forma muy familiar, es diferente el bosque español, el francés, cada bosque tiene sus matices, el musgo, el agua corriente…
Relata que descubrió que los primeros perfumes de la humanidad vienen de los bosques, los humanos vivían en el bosque y encontraron resinas de fuerte olor aromático. Y esos primeros olores de perfume (per fumum) surgen de quemar ramas de pino, enebro y cedro, en el origen del perfume están los árboles. De igual forma ocurre con el incienso, en Somalia, las pequeñas gotas lechosas del boswellia sacra (su nombre ya contempla lo sagrado) se solidifican con el aire, se tornan amarillas y se convierten en resina aromática. Para Dominique “el encuentro del perfume del cedro con el incienso es el comienzo de la historia del perfume”.
Eduardo comenta que a él le traslada a una mezquita en Líbano de vigas de cedro cuyo agradable aroma era además para sus visitantes un catalizador de la conexión con Dios. Se recuerda la reserva de los cedros de Chouf en Líbano… a Dominique le lleva a recordar que los talados de árboles se remontan a la antigüedad, cuando surge el metal, en la edad de bronce las nuevas hachas permiten cortar árboles, ya incluso 3.000 años A.C. El humano había vivido en el bosque, incluso en los propios árboles y se hacen enemigos. El libro contempla varios ejemplos, el caso de un emperador en el año 300 d.C. que destruye un bosque, donde antes había leones y elefantes, con el inicio de la civilización, la naturaleza se vuelve hostil; bosques de California en 1850 y los leñadores, el descubrimiento del oro es una llamada a una oleada de inmigrantes; en 1970 todavía hay confrontaciones entre las empresas cortadoras de madera y los jóvenes que defienden las secuoya. El leñador en el bosque lo que ve es madera y la gran moraleja es que se cree que la naturaleza es ilimitada, pero no lo es.
Otro triste ejemplo fue la casi extinción del sándalo en el siglo XIX, los europeos descubrieron que en los sándalos de India se podía destilar un aceite esencial de gran valor olfativo y empezaron a talar hasta que en 1950-60 no quedaba prácticamente nada, hoy en día es una especie muy protegida.
La cuestión es muchas veces cómo se hacen las cosas, Eduardo habla del daisugi, técnica japonesa de poda de árboles en el mismo punto que propicia que crezcan ramas de forma vertical, que pueden volver a ser podadas, generando así madera mientras se mantiene el árbol original.
A Dominique le gusta, por ejemplo, la mezcla de abetos y hayas en los bosques, la combinación de coníferas y frondosas crea unos paisajes preciosos que permiten dejar espacio y luz para los árboles jóvenes. En países nórdicos hay técnicas para proteger los bosques dejando espacios y creando bosques auténticos, a diferencia de la “agricultura de árboles”, como algunas voces denominan a las plantaciones de hileras masivas de eucaliptos y pinos tan comunes hoy en día.
La selva tropical también merece mención en el libro, se buscan tierras nuevas, para agricultura o ganado y se amenaza la selva tropical. Se habla del caso del guayaco, árbol del que se extrae el palo santo, con un olor muy intenso, un olor “de bosque”, lo más parecido a un olor fuerte de madera, de suelo, de tierra, de humo… es un olor muy complejo y valioso, se hace necesario salvar el guayaco.
Cuando se le pregunta por los olores favoritos de flores a Dominique, en su memoria se funden el aroma de las flores y plantas con el de las personas que trabajan en torno a ellas, cultivándolas, recolectándolas…
El autor descubrió el mundo del perfume en 1988, cuando recibió el encargo de montar una destilería para extraer la esencia de jara en la región del Andévalo en Huelva, esto le permitió aprender castellano y entender a la gente del campo, la jara es muy especial para él, a la que siguen otras especies, como la rosa damascena con origen en Persia, el jazmín con su potente olor que va directo a la emoción… jazmín de lndia, de Egipto, de Marruecos, de Grasse, del Albaicín… para él, el recuerdo del jazmín es la unión de los pueblos y de diferentes mundos, “debería ser obligatorio en las escuelas que todos los niños y niñas plantaran un árbol”. Y, casualmente, para Eduardo, el jazmín en el Albaicín está íntimamente ligado a su memoria olfativa en su juventud. De nuevo, olores y recuerdos que unen y conectan personas…
Se relata la relación del bosque con el carbonero, la importancia del carbón en la historia como fuente de energía, cuando en el siglo XVIII, con el vidrio, se necesitaba mucha madera, las familias de carboneros que pasaban la vida en los bosques, que eran considerados un poco hombres y un poco diablos por sus ennegrecidas caras por el humo, humos de combustión de carbón que se usan para reconstruir acordes de cuero, especialmente de haya…
Finalizando el encuentro cobran protagonismo algunas bellas citas y poemas, al hablar de la edad de los árboles y su capacidad para vivir más de 500 o incluso 1000 años ¿será que el hombre está celoso de la inmortalidad del árbol? Eduardo replica “el reloj de las plantas es otro” y rememora el poema de Kahlil Gibran “los árboles son plantas que la tierra esconde en el cielo”.
Cerramos la crónica de este encuentro secundando una cita de su epílogo “cambiemos el sentido de la historia, ayudemos a los bosques, convirtámonos en sembradores de belleza”.
Gracias por este inspirador encuentro. Animamos a leer “El aroma de los bosques”, un apasionante y enriquecedor relato, obligatorio para los amantes de los bosques.