¿A qué huele la nieve?
En realidad, la nieve en sí no tiene olor, es agua congelada. Sin embargo, sí podemos oler de alguna manera el fenómeno meteorológico que propicia la caída de los primeros copos. Con la bajada de las temperaturas, ciertos olores se vuelven menos profundos y penetrantes, por lo que cambia el espectro aromático de lo que tenemos alrededor.
Elementos como el frío, la humedad y el nervio trigémino tienen la capacidad de crear una experiencia sinestésica, de forma que podríamos asociar el olor de la nieve a un “frío blanco intenso”.