¿Alguna vez te has fijado en cómo la naturaleza posee bellos patrones matemáticos que se repiten constantemente? En ocasiones, hay imágenes que nos parecen hermosas y no entendemos la razón.
Hay una serie o sucesión que se repite en en cactus, girasoles o en la estructura en espiral de algunos moluscos como el nautilus. Existen incluso galaxias espirales que justamente tienen esa proporción, esa lógica que parece estar presente en el universo y la naturaleza.
En el siglo XIII, el matemático italiano Leonardo de Pisa, conocido como Fibonacci, descubrió esta secuencia que tomó su nombre. Se trata de la “proporción áurea” que en la antigüedad ya se aplicaba en esculturas y pinturas.
La “sucesión de Fibonacci revela que, empezando por la unidad, cada uno de los siguientes términos de la serie es la suma de los dos anteriores (1,1,2,3,5,8,13…). Y si dividimos cualquier número de la secuencia por el anterior, el resultado siempre se aproxima a 1.61803, conocido como el “número áureo”.
L¿Alguna vez te has fijado en cómo la naturaleza posee bellos patrones matemáticos que se repiten constantemente? En ocasiones, hay imágenes que nos parecen hermosas y no entendemos la razón.
Hay una serie o sucesión que se repite en en cactus, girasoles o en la estructura en espiral de algunos moluscos como el nautilus. Existen incluso galaxias espirales que justamente tienen esa proporción, esa lógica que parece estar presente en el universo y la naturaleza.
En el siglo XIII, el matemático italiano Leonardo de Pisa, conocido como Fibonacci, descubrió esta secuencia que tomó su nombre. Se trata de la “proporción áurea” que en la antigüedad ya se aplicaba en esculturas y pinturas.
La “sucesión de Fibonacci revela que, empezando por la unidad, cada uno de los siguientes términos de la serie es la suma de los dos anteriores (1,1,2,3,5,8,13…). Y si dividimos cualquier número de la secuencia por el anterior, el resultado siempre se aproxima a 1.61803, conocido como el “número áureo”.