En la época del Imperio Romano, los banquetes eran un símbolo de estatus dentro de la aristocracia y las celebraciones se convertían eventos ostentosos, repletos de lujos y excesos. Los escritores de la época lo relataban en sus obras. Por ejemplo, Petronio, que en su obra “El Satiricón” destacaba que sorprender a los invitados era un imperativo en todo banquete que se preciara.

Algo así es lo que pretendía representar Lawrence Alma-Tadema en este cuadro, en el que muestra la escena de una fiesta del emperador Heliogábalo.

En este cuadro, representan una cena del emperador en la que, cuando sus invitados se encontraban ya exhaustos tras varias horas, el techo se abrió sobre ellos y comenzaron a caer pétalos de rosas. Al principio, la situación fue tomada como parte de un espectáculo. Sin embargo, los pétalos siguieron cayendo hasta formar montañas que impedían respirar a los invitados llegando a asfixiar a algunos de ellos.

En “Las Rosas de Heliogábalo”, pintado en 1888, colección privada de Pérez Simón, se puede observar como el emperador continúa bebiendo su vino sin inmutarse. Y mientras tanto disfrutaba de su verdadero espectáculo: la muerte.

En la época del Imperio Romano, los banquetes eran un símbolo de estatus dentro de la aristocracia y las celebraciones se convertían eventos ostentosos, repletos de lujos y excesos. Los escritores de la época lo relataban en sus obras. Por ejemplo, Petronio, que en su obra “El Satiricón” destacaba que sorprender a los invitados era un imperativo en todo banquete que se preciara.

Algo así es lo que pretendía representar Lawrence Alma-Tadema en este cuadro, en el que muestra la escena de una fiesta del emperador Heliogábalo. 

En este cuadro, representan una cena del emperador en la que, cuando sus invitados se encontraban ya exhaustos tras varias horas, el techo se abrió sobre ellos y comenzaron a caer pétalos de rosas. Al principio, la situación fue tomada como parte de un espectáculo. Sin embargo, los pétalos siguieron cayendo hasta formar montañas que impedían respirar a los invitados llegando a asfixiar a algunos de ellos.

En “Las Rosas de Heliogábalo”, pintado en 1888, colección privada de Pérez Simón, se puede observar como el emperador continúa bebiendo su vino sin inmutarse. Y mientras tanto disfrutaba de su verdadero espectáculo: la muerte.