El emperador romano Nerón era conocido por su extravagante afición por el perfume, gastaba auténticas fortunas en aceites perfumados. Según diferentes crónicas históricas, durante sus banquetes hacía caer miles de pétalos de flores del techo e incluso soltaba palomas con las alas perfumadas para que esparcieran el olor por la sala. Nerón no solo disfrutaba de los perfumes en sus eventos sociales, sino que también se perfumaba a diario como parte de su rutina personal.

En su grandioso palacio conocido como la Domus Aurea, que significa Casa de Oro, los comedores se destacaban por contar con paneles de marfil que podían moverse y estaban perforados para permitir que desde el techo se esparcieran flores o perfumes. Durante su reinado, los aromas eran símbolo de estatus y lujo en la sociedad romana.

También cuentan que en el entierro de su esposa Popea gastó el perfume que los perfumistas de Arabia producían en todo un año. Estos perfumistas eran muy reconocidos en la antigua Roma por su habilidad de crear esencias y aceites perfumados de alta calidad. Tal era su pasión por los perfumes que se perfumaba hasta las plantas de los pies.