La tecnología avanza en todos los campos y en perfumería también supone un progreso. Los profesionales lo ven como una ayuda en algunas de las tareas, como el pesaje, pruebas o mezclas, pero el talento del creador siempre será necesario para una mezcla inesperada o un toque de varita mágica. El perfumista sabe lo que puede funcionar en cada momento. Su inspiración no es matemática, sino ilimitada en cada lugar y momento y puede llegar a creaciones únicas fuera de lo estándar.
Los perfumistas captan las tendencias y megatendencias a cinco años. En numerosos casos las tendencias están condicionadas por las innovaciones en moléculas. Alice Grómez, perfumista independiente, intervino para apuntar que la historia del perfume se podría escribir en base a la aparición de las nuevas moléculas. Al principio se usan con timidez y luego se generalizan, siendo la base de creaciones nuevas.
Alex Ventós, de Lucta, compartió con los asistentes que ellos ya cuentan con inteligencia artificial con algoritmos para tratar de entender por qué unas fórmulas funcionan y otras no, con cálculos matemáticos. La máquina analiza a través de tendencias. A continuación, Gregorio Sola expuso que la máquina es una ayuda, un piloto automático, pero hay matices que sólo el perfumista puede incluir.
“Aunque las máquinas hagan mezclas, el perfumista sabe que un acorde puede conseguir que uno más uno sean tres” opinó Nuria Cruelles.
Otro tema es que a en la creación olfativa a veces se dan sinergias y a veces antagonismos. Hay ingredientes que se anulan y no siguen una norma lógica. Hoy todavía hay muchas incógnitas en torno al sistema olfativo. “A veces pones algo para potenciar y, sin una explicación científica, huele menos” y también se da el caso de que una mezcla perfecta sobre el papel luego no funciona, por lo que la máquina se queda corta, hace falta la inspiración personal que aporta el perfumista.
Agustí Vidal apuntó que la tecnología puede ayudar en hacer 200.000 ensayos en lugar de 200, pero la nariz humana va más allá. “El perfumista hace las cosas para algo, lo ha pensado, va buscando algo, quizás no lo encontremos, pero al igual que los músicos y los pintores, lo que trabajas está tan vivo como tú, la energía es seguir ese diálogo y ver dónde te lleva. La máquina no puede hacer eso”.
Beatrice Aguilar opinó que solo cuando se pongan electrodos que puedan provocar un olor sin haber olido, puede que no sea necesario el perfumista.
Val Díez recapituló “la perfumería es un mundo de exploración con más de cinco mil años de historia. El ser humano es explorador por naturaleza, explorador también de áreas de conocimiento, pero estamos además en un sector de sentidos: a las personas les gusta mirarse, sonreírse, olerse… Si fuera tan fácil como tocar una tecla todos lo podríamos hacer, pero hay un componente de misterio y los expertos en las teclas que hay que tocar son los narices”.