Los griegos eran fieles amantes del perfume y, de hecho, consideraban que los aromas tenían excelentes propiedades, por lo que los usaban de forma habitual. También perfumaban con aceites esenciales las esculturas de sus dioses y los cuerpos de los atletas y las mujeres.

Alejandro Magno , Rey de Macedonia desde el año 336 a.C. hasta el 323 a.C. y protagonista de conquistas militares, era un apasionado del incienso y los perfumes hasta el punto de empapar sus túnicas con esencia de azafrán para dejar una estela a su paso.  Además, según narra la leyenda, este era capaz de perfumar cualquier habitación en la que entraba con su aroma.