Hay olores que directamente consiguen transportarnos a distintos lugares y momentos que creíamos tener olvidados: las primeras vacaciones cerca del mar, el aroma de un libro recién abierto o el olor del perfume de un ser querido. Algo similar ocurre con el olor a lluvia en una tarde de verano.
Este peculiar aroma a lluvia se bautizó en el año 1964 como petricor por los químicos australianos Isabel Bear y R. G. Thomas, también conocido como petrichor en inglés, y no es más que la combinación de los diferentes aceites procedentes de las plantas y el compuesto químico geosmina, que se libera del suelo tras las precipitaciones.